Me desperté atacado de los nervios ya que según abrí los ojos un reluciente sol asomaba por las ventanas - que yo acostumbro a dejar siempre con las persianas subidas-. De nuevo más preguntas, mis queridos lectores. Sí, me levanté atacado por que había quedado por Irene Goodhouse para acompañarla en su compra de unas zapatillas de danza. De ese modo, yo que soy un gran freak de las tiendas de danza de Madrid, donde me paso horas y horas mirando cada prenda, cada zapatilla, cada maillot una y otra y otra vez, pues conozco muchas que ella no conocía. En primer lugar fuimos a la tienda de Ángel Corella, dónde me quedé abrumado por los altos precios a los que se encontraba todo. Sólo estábamos de paso. Nuestra meta era Maty, dónde Goodhouse se probó una gran variedad de zapatillas mientras era aconsejada por mí sobre cuál le hacía mejor pie.
Finalmente, se llevó unas Sansha Pro 1C.
La mañana continuó con un largo -corto, más bien- paseo por Madrid. Fuimos hasta la Plaza Mayor, ya que deseaba encontrar un arco que llevaba a la calle 7 de Julio, sobre el cuál nos había hablado el profesor de Historia - no acostumbro a hacer estar "frikadas" pero ya que estábamos allí...-.
Después íbamos caminando por una calle - no recuerdo su nombre- y nos encontramos con esto. Atención a la siguiente imagen:

El caso es que el camión se econtraba allí porque el edificio ese marrón que se encuentra justo detrás del camión es una iglesia. Y cómo toda buena iglesia no puede permitir tener la cruz dada la vuelta. Algo así como el anticristo ¿no?
Posiblemente los fuertes vientos que hicieron que mi peinado, extremadamente perfecto y colocado cuando salí de casa, quedase hecho un completo campo de trigo, pudieron haber conseguido tumbar la cruz y darle la vuelta.
Después de que Goodhouse, muerta de hambre, decidiera irse a su casa a comer, me dispuse a ir a la FNAC a comprarme la segunda parte de Crespusculo y la que actualmente es mi lectura, Luna nueva. Tras ello, me dirigí hacia el Vips de Gran Vía para comer, mientras irremediablemente ya había comenzado a leerme el libro. La comida me salió por unos 9.65 euros. Sin duda han subido los precios de los platos, ya que sólo pedí un Vips Club, una jarra de agua - que no te cobran- y un minipostre de Brownie.
Sobre las 17:30 había quedado en Plaza de Castilla con Juan - un amigo de clase- y con Aina- una amiga de baile- para acudir a la exposición de una vez por todas. Para el que no consiga enlazar esta historia con alguna de mis anteriores entradas os repetiré que la última vez que fuimos al Star Wars "The exhibition" no había entradas.
Por fín teníamos entradas.
Ahora llega un punto del relato del cuál no me siento bastante orgulloso. Os cuento: no sólo había quedado con Juan y con Aina, sino que también había quedado con Belén, de la cuál me había olvidado por completo. Tan por completo que ya habíamos sacado las entradas y nos encontrábamos en la cola para entrar cuando me suena el móvil y veo su nombre en la pantalla. "Mierda"-grité- "¡Me he olvidado de Belén!". Se lo cogí y, para nada, le dije que me había olvidado de ella. Belén se disculpó ya que había llegado tarde casi una media hora. La verdad, tenía una buena razón para hacerlo. Razón que no voy a contar, ya que es personal.
Pasado ya el mal trago del momento, le dijimos que se pusiese a la cola para sacar su entrada, y así hizo. Nosotros, sin embargo, nos encontrábamos, entradas en mano, en otra cola ya para entrar a la exposición. Supusimos -en vano- que su cola se disolvería primero. Ya era nuestro turno para entrar, a pesar de que habíamos estado dejando pasar a gente que se econtraba delante nuestro, simplemente por hacer tiempo.
Belén decidió que no se quedaba, que entrásemos. Un buen gesto por su parte, que al menos a mi me llegó bastante. La verdad, no tenía otra cosa que hacer. Las entradas se repartían por franjas horarias y a ella le adjudicarían la siguiente a la nuestra, lo que suponía no entrar con nosotros.
Otro gesto que me llegó al corazón fue que nos dejó su cámara. Recuerdo sus últimas palabras "Pasároslo bien. Me hubiera gustado entrar. Tomad la cámara, sacad muchas fotos que luego quiero verlas todas. Por cierto, Aina, encantada de conocerte."
Nosotros, un poco disgustados, entramos finalmente a la exposición. Sin duda, yo ya comenzaba a estar hiperactivo. Me encanta Star Wars, pero no quiere decir que sea un freak de la saga. Sin embargo a Aina y a Juan les encanta y, sin duda, sabían un montón. Me gustó mucho ya que me iban contando qué era cada cosa, si yo no caía en la cuenta.
Para que comprobéis lo buena que resultó la exposición os coloco algunas fotos:
Después de la exposición, salimos todos eufóricos y nos topamos con un puesto de churros. Lo pasamos de largo y al instante todos giramos la cabeza, absortos por el delicioso olor. Nos miramos y todos sabíamos lo que pensaba el otro. Compramos una docena de churros y dos vasos de chocolate. Deliciosamente, deliciosos.
Juan debía de irse a casa ya que serían ya casi las 20:30 y el vive bastante lejos de dónde nos encontrábamos. Aina y yo, sin embargo ya habíamos planeado que iríamos al cine a ver Revolutionary Road, la nueva película de Dicaprio y Winslet.
La película es buena y la interpretación de Kate Winslet es realmente extraordinaria, no me extraña nada que la nominasen al Óscar, o incluso que lo gane. Sin embargo es una película realmente extraña. El que la vea que deje su comentario. Yo realmente no entendí la escena final en la que salen hablando los vecinos. Si alguien desea dar su opinión, se lo agradecería bastante.
Y ese fue mi atípico fin de semana en el cual no abrí ni un sólo libro para estudiar. Cosa realmente asombrosa en mí.