domingo, 28 de junio de 2009

El último boli bic: aviso

Hola a todos,

Escribo esta breve nota de aviso para comunicar a todos los lectores de la sección que, a causa de un viaje a los Estados Unidos, me será imposible publicar nada hasta el mes de agosto.

Sin embargo, el blog proseguirá con su actividad habitual a cargo de Charmed Boy, a quien, aprovechando la ocasión, envío un saludo desde este espacio que me brinda.

Muchas gracias a todos, y hasta la vuelta.
Iker.

martes, 16 de junio de 2009

El último boli bic: historias de lo desconocido (I)

Hola a todos,

El humano es, probablemente, uno de los seres más complejos del Universo, y, por si fuera poco, le gusta hacerse el complicado. Forma parte de su esencia grandilocuente y egocentrista, lo cual se demuestra al observar que el humano se cree el dueño del Universo. Pobre inconsciente.

Sin embargo, a pesar de su vanidad y su fachada de valentía, hay algo que al ser humano le causa una tensión indescriptible: lo desconocido. Ese folio en blanco, esa calle desierta, una puerta hacia lo que escapa a nuestro control... tienen la capacidad de causar en nosotros una extraña sensación de indecisión e indefensión que no siempre somos capaces de controlar.

Por norma general, tendemos a ser desconfiados, como lo es una cebra que vislumbra un león a lo lejos. Supongo que se trata de un mecanismo de autodefensa, un instinto. Al fin y al cabo, son demasiadas ya las veces que hemos oído truculentas historias con trágicos finales protagonizadas por incautos temerarios que se adentraron más allá de lo aconsejable en los terrenos de lo desconocido.

A pesar de ello es innegable que, como animales que somos, sentimos curiosidad hacia lo ajeno. Y es por eso que con lo desconocido se acaba creando una relación de amor - odio, que, en algunas ocasiones, desemboca en situaciones tan curiosas como aquella que escribí con mi bolígrafo un día al llegar a casa hace ya varios meses y que quiero contar hoy. Antes de que alguien me lo pregunte, diré que es una historia completamente real y que la viví en primera persona.

Estación de autobuses de Laredo (Cantabria)
27 de septiembre de 2008; 19h40


Entro al autobús. Según mi billete, ha salido de Santiago y su recorrido acabará en Irún. Por suerte, sólo tengo que ir hasta Bilbao. En la parte de atrás hay un grupo de jóvenes medio borrachos gritando y cantando. Me están poniendo dolor de cabeza.

Me ha tocado el asiento 2. Justo detrás del conductor. A mi lado, un señor de unos 50 años. Casi ni le he mirado al subir, así que mientras me pongo el cinturón de seguridad, le saludo. Un saludo rápido e impersonal. El señor que hay a mi lado es un desconocido.

Miro por la ventanilla y me despido entre lágrimas del chico por el cual me pregunta el desconocido: "¿es tu novio?", pregunta. No digo ni que si ni que no. Murmuro algo ininteligible y, justo cuando voy a buscar el MP3 en el bolsillo, me acuerdo de que se ha quedado sin batería en el viaje de ida. Genial. Mientras escuchaba a Kate Ryan. Penoso.

El desconocido sigue haciendo comentarios sobre el chico y sobre mí, y también preguntas sobre mi vida. Contesto con evasivas. Puede que sea un agente infiltrado de la CIA, el FBI, el CNI o incluso de la TIA de Mortadelo y Filemón. Quizás he visto demasiadas películas americanas, pero es que nunca se sabe.

Al final, caigo en la cuenta de que nunca voy a volver a ver a este tipo; le cuento mi vida. Se la cuento, porque hacia lo desconocido sentimos desconfianza sólo hasta que damos el primer paso. Después es más fácil abrirte a alguien que no conoces que a alguien que sabe cómo eres mejor que tú mismo. Es más froidiano. Mi profesor de Psicología, Carlos, al que aún apenas conocía ese 27 de septiembre, dice que lo desconocido nos da la oportunidad de ser nosotros mismo. Después nos dejamos influenciar. Nos adaptamos. Perdemos nuestro toque original.

A mitad del viaje, el tipo, cuyo nombre nunca supe y nunca sabré -de hecho, hoy sería incapaz de reconocerlo por la calle-, me empieza a contar su vida. Es gallego, y es entrenador de fútbol. Tiene hijos y está casado. No le faltan los amigos; su vida social es correcta, equilibrada y casi modélica. Sin embargo, según me cuenta, lleva una doble vida. Ha cogido un autobús a Bilbao con la excusa de ver jugar al Depor, pero en realidad viene a conocer a un chico con el que contactó por internet.

Su mujer no sabe nada. Sus hijos no saben nada. No saben nada de su doble vida, ni tampoco saben el fútbol es una mera excusa, y menos aún que viaja por toda España para tener encuentro fugaces con personas sacadas de chats y páginas de contactos. De hecho, ni siquiera sospechan que de fútbol apenas conoce la alineación del Deportivo de la Coruña.

Mientras escuchaba me quedé perplejo. El tipo me seguía hablando, pero yo estaba en una especie de nube de abstracción. No era capaz de procesar tanta información en tan poco tiempo. Me sobrepasó, y tuve que hacerle un gesto para que se callara. De su boca dejaron de salir palabras al instante, y me miró desconfiado, como si temiese que el vínculo de confianza mutua, forjado en apena 20 minutos de trayecto, acabase de romperse como el pie de una fragil copa de cristal dejada con demasiada fuerza sobre la mesa en una noche de fiesta.

Al cabo de unos minutos, murmuré un ténue "vaya", invitándolo a seguir. Dando su historia por acabada, me preguntó por locales de ambiente por Bilbao, y también quiso saber en qué parada de metro tenía que bajarse para llegar hasta su hotel.

Cuando el autocar paró en la dársena, nos despedimos fríamente, y salimos del vehículo, cada uno por su lado. Ni nos miramos. Tampoco hicimos ningún gesto que nos delatase cuando nos cruzamos de nuevo por la estación, él hacia el metro y yo hacia un taxi que me llevaría de vuelta a casa.

Parte de mi vida va en aquel gallego, y su historia viaja en mí. Y sin embargo, mientras pensaba en lo que acababa de vivir, caí en la cuenta de que volvíamos a ser desconocidos. Enemigos en la jungla de asfalto sobre la cual, un inoportuno sirimiri, me recordó súbitamente que estaba de nuevo en Bilbao.

-¿A donde vamos?

Y la voz del taxista me despertó.

Un saludo a todos,
iker

Dance...my only drug



Llevo ya una semana entera de reposo. Haciendo absolutamente nada. Me considero una persona impaciente y más aún en este tipo de cosas. No soporto estar sentado viendo como los demás disfrutan de una agotadora clase de ballet, o de un ejercicio difícil... sencillamente me es imposible. Imposible en el sentido de impotencia.
Mi lesión aún no se ha curado y sigue dando guerra. Comienzo a desesperarme. El domingo parto para Nueva York y me gustaría poder estar completamente bien. ¿Qué ocurre? Cuando me desespero, normalmente estoy fuera de mí. Más arisco, menos hablador. Sobre todo, tras la visión de una clase de ballet.
Este miércoles, o sea, mañana sería mi supuesta clase abierta. Clase abierta que no podrer hacer por culpa de mi maldito pie. ¿Por qué me tiene que pasar esto a mi?

"Vacaciones" lo llaman algunos. Ojalá jamás tuviese vacaciones, les contestaría yo. ¿Cómo se puede ser tan necio?
Necesito bailar ya, necesito liberar adrenalina, necesito sudar, cansarme. Me da miedo lo que estoy diciendo, pero para mi una clase, por corta que sea es mi droga de todos los días. Sin ella, me pongo nervioso. Muy nervioso.

No sé. Imagínen que les falta aquello que más desean en el mundo. Yo sin duda, preferiría estar antes sin comer que sin bailar. Sin beber que sin bailar.
Necesito bailar ya. Lo necesito con todo mi alma.

viernes, 12 de junio de 2009

Coco avant Chanel


Ayer, acudí, por fín a ver la tan esperada película Coco, de la rebeldía a la leyenda de Chanel, protagonizada por Audrey Tautou, la misma actriz que realizó Amelie.
Una película que recomiendo a todo el mundo ver, porque sin duda es una obra maestra. Creo que es inlcuso mejor que la versión que hizo Shirley McLaine. Está claro que son versiones muy diferentes. La nueva película está más orientada a contar la vida anterior, los comienzos de una mujer llamada Grabielle Bonheur, que derivarían en el gran imperio y el gran icono de Coco Chanel.

Creo que han acertado enormente con la actriz, debido a su gran parecido y a la sencillez que irradia. Sin duda, una sólida y potente interpretración y puesta en escena por parte de todos el grupo de actores y actrices, que consiguen que se te ilumen los ojos en ciertos momentos.

Cosas con las que me quedo, son por ejemplo a la actriz cantando la famosa canción popular francesa Qui qu'a vu Coco?, en un cabaret, en sus inicios. Creo que todo el mundo estará intentandose bajar esta canción. Yo aún estoy intentando conseguirla bajandome la banda sonora del filme, pero está costando.
Os dejo un pequeño fragmento de la letra por si a alguien le interesa o anda buscándola:

J'ai perdu mon pauvr' Coco,
Coco mon chien que j'adore, Tout près du Trocadéro;
Il est loin s'il court encore.
Je l'avoue, mon plus grand r'gret
Dans ma perte su cruelle,
C'est qu'plus mon homme me trompait...
Plus Coco m'etait fidèle!

Vous n'auriez pas vu Coco?
Coco dans l'Trocadero
Co dans l'Tro
Co dans l'Tro
Coco dans l'Trocadero
Qui qu'a qui qu'a vu Coco?
Eh! Coco!
Eh! Coco!
Qui qu'a qui qu'a vu Coco?
Eh! Coco!

Os coloco un enlace al video, por quien quiera oir la canción. Comienza a cantarla hacia la mitad del video. Adoro esta canción. (http://www.youtube.com/watch?v=Up_T7LUBrHg)

miércoles, 10 de junio de 2009

Adiós selectividad, hola libertad

Tres largos días de ausencia obligada han bastado para que, hoy Miércoles 10 de Junio de 2009 sea completamente libre. Efectivamente. Durante estos tres días he tenido mis examenes de Selectividad, mis P.A.U. como las llaman aquí en Madrid.
Tres días -perdonenme la reiteración, pero es absolutamente necesaria- cansados, llenos de estrés, de agobio de prisas, nervios... y sobre todo, tres días en los que he estudiado más que en todo el curso.

Los examenes han ido bastante bien. Todo comenzaba el lunes, cuando me levantaba a las 7:30h de la mañana para coger el tren en Chamartín a las 8:18h. Alli me estaría esperando Belén, mi amiga para ir juntos hasta Cantoblanco, a la Universidad Autónoma.
Nuestro primer examen era el de Literatura. Sin duda el examen para el que más había estudiado, debido a su extenso temario. Cuando llegamos, acudimos a nuestra sede: la facultad de Filosofía y Letras y comenzamos a rondar por ella para encontrar, entre el laberinto de aulas, la nuestra. Aula 103 para mi y Aula 105 para mi amiga. Estaban una enfrente de la otra caminando la tercera escalera hacia abajo por la izquierda.

Pronto comenzó a llegar todo el mundo, mientras Belén y yo discutíamos sobre si entraría la Generación del 27 o no. Todos suponíamos que caería o bien el Romanticismo, o el Realismo, o el Modernismo, o La Generación del 98, la del 27, el teatro posterior a 1939... pero no. A las 10:00h nos entregaron el examen. Leí la primera opción: el texto parecía fácil, La Casa de Bernarda Alba, y la pregunta de literatura era La literatura Hispanoamericana del siglo XX. Yo no tenía ni idea, por tanto me dispuse a leer ahora la opción B. Fui directamente a la pregunta de literatura: La novela de los años sesenta y setenta.
Inmediantamente exclamé para mi interior "¿Queeeé?". No me sabía ninguna de las dos preguntas de literatura. No obstante opté por la opción B ya que el texto parecía fácil y creo que algo se me ocurriría sobre la novela de los sesenta y los setenta.

Tras el examen, nos dirigimos a comer algo a la cafetería. Me tomé un bocadillo de jamón serrano con tomate. Realmente delicioso. Acto seguido caminamos hasta la Biblioteca de Humanidades. Una enorme biblioteca atestada de estudiantes, en silencio y concentrados. Nos costó encontrar un hueco libre, pero tras buscar durante unos diez minutos lo encontramos. Nos sentamos y comenzamos a estudiar -yo, al menos- filosofía. No era el siguiente examen. El proximo era el de inglés, a las 16:00h. Sin embargo inglés no me merece la pena estudiarlo, se me da demasiado bien, por tanto me centré en filosofía que me faltaban aún tres autores por mirarme: Kant, Ortega y Santo Tomás.
Llegó a mis oidos que había habido un soplo, y que todo el mundo estaba seguro de que entraría Kant. Luego, me puse a estudiar Kant como un loco. Es el único que me dió tiempo a estudiar. No obstante, una media hora antes de comenzar el examen, la gente comienza a comentar que se habían enterado de que sabíamos quién iba a entrar y que había cambiado el examen. "¡Mierda!", pensé.
Me tranquilicé y comencé a meditar sobre qué autor podrían preguntar entonces. Era el último año de la LOGSE y el año que viene no volverá a caer Ortega. "¡Exacto"!. Me repasé Ortega en el último minuto y, efectivamente, entró Ortega. No realicé una examen perfecto, pero por lo menos no me quedé en blanco y escribí las dos hojas que te entregan. El examen de inglés anterior, fue bien.

Segundo día. El primer examen era el de Química. La verdad, no estaba nervioso. Química ha sido una de las asignaturas que mejor he llevado durante el curso y efectivamente, el examen me salió muy bien, además, era muy fácil.
Tras ello, de nuevo volví a la biblioteca para pasar unas cuatro horas estudiando el siguiente examen, C.C.T.M (Ciencias de la Tierra y Medioambiente). Un examen fácil, pero que había que repasar, claro está. Me fue bien.

Tercer y último día (o sea, hoy). Examen de Biología, único examen para mi. Lo llevaba mejor de lo que creía, no obstante el examen fue realmente difícil. Al leer la opción A me planteé si de verdad había estudiado algo, ya que no sabía contestar ni una sola pregunta. Tras leer la opción B, me relajé ya que de ella si que sabía contestar, con excepción de la tercera pregunta que fue -para mí- realmente complicada y la cuál me inventé como quien se inventa una historia.

Ahora, por fín, soy libre.

sábado, 6 de junio de 2009

Veredicto final, ¿tendinitis o artrosis postraumática?

Perdonad por la entrada anterior. Os juro que estaba al borde de un ataque de crisis causado por el dolor y las pesadillas en las que tenía que dejar de bailar para siempre. Finalmente cómo os dije ya me han visto varios especialistas.

En primer lugar, el propio viernes. Mi madre debió de leer mi entrada y, cómo no, se preocupó bastante. La verdad es que es difícil tener a un hijo a 500 km de distancia, ya que no puedes estar pendiente de lo que le pasa todo el tiempo. Así que llamó a la madre de uno de mis compañeros de danza, la cuál me llamó mientras me encontraba en clase. Cómo un buen enfermo no realicé la clase, sino que me senté y estuve estirando y realizando ejercicios. Un gran olvido fue dejarme el móvil con sonido y habérmelo subido a clase ya que sonó estrepitosamente en mitad de la clase. Una buena bronca por parte de mi profesora...

Tras la clase, y tras los ensayos me acordé -más o menos hacia las 14:30h- de las llamadas durante la mañana. Cuando encendí mi teléfono tenía una inmensa cantidad de llamadas perdidas por parte de mi madre y de la madre de mi amigo, así como dos mensajes de textos, también provenientes de ellas dos. Uno de ellos decía:

"Queremos a tus pies... Llámame. Aurora"

Y el otro:

"Alber, cuando leas este mensaje llámame urgentemente. Antes de marchar de Ullate te va a llamar Aurora, la mamá de Dani."

Llamé a mi madre y nada más descolgar dijo: "Alber, no me mates, pero he llamado a Aurora la madre de Dani para que te vaya a buscar y te lleve al hospital porque necesitas saber si tienes algo en esos pies". ¿Por qué la iba a matar?. La verdad es que no había pensado en ello, por tanto me pareció una buena idea.
Así es pues, que llamé por teléfono a mi residencia para avisar que no comería en casa. Me compré unos sandwiches en una máquina y almorcé. Acto seguido recogí todas mis cosas y en recepción me estaba esperando ya Aurora, dispuesta a llevarme al hospital.

Tardamos bastante en llegar. Era viernes, hora punta... y Madrid. Pero llegamos.
Dí todos mis datos y a los pocos minutos en la sala de espera me llaman para un primer reconocimiento -bueno "reconocimiento"-. Entré en una sala, a través de una puerta naranja -un tanto extravagante todo- y la doctora me preguntó lo típico: qué me pasaba, si tenía algún tipo de alergia, alguna enfermedad importante, etc...
Volví a la sala de espera y nos tuvieron allí como unos tres cuartos de hora, hasta que entró un doctor y dijo mi nombre. La sala de traumatología me esperaba...
Me descalcé, no sin antes explicarle que era bailarín y que no se asustase de mis horrorosos y machacados pies. -Creo que sí se asustó-. Y rápidamente dijo su veredicto: una Artritis Postraumática. Nada más oírlo me asusté y me sonó a viejo. Sin embargo me tranquilizó diciéndome que era algo normal, sobre todo en bailarines. Me puso un tratamiento a base de reposo, frío y antiinflamatorio durante diez días.

Pero la historia no se acaba aquí. Hoy, sábado tuve un ensayo a las 10:00, que duró más o menos hasta las 14:30h. Ricardo, el fisioterapeuta que ya avanzaba que vería durante este ensayo subió para mirarme el pie. Y cómo no, me dijo una cosa totalmente diferente a la que me había dicho el traumatólogo del hospital. Según él tengo una Tendinitis del flexor plantar.
El tratamiento que me propuso es similar al propuesto por el médico, pero añadiendo un medicamento que aún no he comprado, pero del que supongo será un antiinflamatorio.

Vale, el tratamiento es parecido, por tanto lo seguiré y respetaré, pero ¿qué narices tengo entonces?
Está claro que estas cosas son puramente normales. Todo el mundo me cuenta que cada vez que tiene alguna lesión visita, al menos, a tres fisioterapeutas/traumatólogos diferentes, para así obtener completos y diferentes puntos de vista. De todas maneras, no es serio. No se pueden realizar juicios tan pronto si de verdad no se sabe lo que tiene el paciente. Que hagan más pruebas, que no se basen en tocarlo durante unos minutos...

jueves, 4 de junio de 2009

42nd Memory: La peur

Foto: Yo, en la escuela bailoteando.
Lo sé, soy un cabezota, un inconsciente, un burro -poniéndonos más brutos-. Desde el sábado pasado me lleva doliendo justo en la unión entre el metatarsiano y la primera falange del pie. No le he querido dar más importancia y durante toda la semana, aún con dolor he realizado todas mis clases habituales.
Hoy, sin duda todo ha sido un tanto diferente. Me dispuse a realizar mis primeras dos horas de clase, y aunque seguía muriéndome por dentro las realicé, pero ya tras una hora de la siguiente clase, cuando ya nos encontrábamos en el centro con los ejercicios de saltos no pude más. Tal era el dolor que sentía que comencé a llorar. La profesora se dió cuenta y me dijo que si me pasaba algo. Posiblemente habría pensado que su inmediata corrección anterior me podría haber sentado mal, para nada, sencillamente me estaba ahogando en el dolor.

Finalmente me dijo que me sentara. No lo hice, sino que continué con el ejercicio. Al terminarlo me preguntó: "Alberto, ¿te gusta sufrir o qué?. Ya te he dicho tres veces que te sentaras y no lo has hecho, ¿tengo que hacerlo una cuarta?".
Por fín me senté, sin embargo se me calló el alma al cielo y continué llorando. Antes de sentarme, mi profesora me había dicho que cuando uno de verdad está lesionado o siente un profundo dolor ha de comentarlo. Al momento me preguntó qué qué era lo que me dolía. Le expliqué más o menos y me dijo que podría ser "algodeloquenomeacuerdoelnombre". Que si se pillaba a tiempo no era nada, pero que si se hacía crónico, ella conocía a bailarines que habían tenido que dejar de bailar por algo así.

En ese mismo momento fue tal el miedo que sentí que no pude no echarme a llorar. Ahora mismo, a pesar de no considerarme religioso, rezaría por que fuese una simple sobrecarga o una pequeña distensión por haber forzado demasiado.
Mi miedo radica en que en menos de veinte días parto para Nueva York y creo que me moriría si algo truncase mis planes. Es tal el terror que tengo a que sea algo grave que me impida bailar durante un largo período de tiempo, que me mata por dentro.
Por favor, Dios, se que nunca te hablo o que no te suelo hacer mucho caso pero, te lo ruego, haz que no sea nada grave. Por favor.

En estos momentos me hallo temblando. Y así estaré hasta que el sábado me vea el fisioterapeuta. Por favor, pido de nuevo. Por favor. Si tuviese algo... creo que...buf...

Oda a Walt Whitman

Por el East River y el Bronx
los muchachos cantaban enseñando sus cinturas,
con la rueda, el aceite, el cuero y el martillo.
Noventa mil mineros sacaban la plata de las rocas
y los niños dibujaban escaleras y perspectivas.

Pero ninguno se dormía,
ninguno quería ser el río,
ninguno amaba las hojas grandes,
ninguno la lengua azul de la playa.

Por el East River y el Queensborough
los muchachos luchaban con la industria,
y los judíos vendían al fauno del río
la rosa de la circuncisión
y el cielo desembocaba por los puentes y los tejados
manadas de bisontes empujadas por el viento.

Pero ninguno se detenía,
ninguno quería ser nube,
ninguno buscaba los helechos
ni la rueda amarilla del tamboril.

Cuando la luna salga
las poleas rodarán para tumbar el cielo;
un límite de agujas cercará la memoria
y los ataúdes se llevarán a los que no trabajan.

Nueva York de cieno,
Nueva York de alambres y de muerte.
¿Qué ángel llevas oculto en la mejilla?
¿Qué voz perfecta dirá las verdades del trigo?
¿Quién el sueño terrible de sus anémonas manchadas?

Ni un solo momento, viejo hermoso Walt Whitman,
he dejado de ver tu barba llena de mariposas,
ni tus hombros de pana gastados por la luna,
ni tus muslos de Apolo virginal,
ni tu voz como una columna de ceniza;
anciano hermoso como la niebla
que gemías igual que un pájaro
con el sexo atravesado por una aguja,
enemigo del sátiro,
enemigo de la vid
y amante de los cuerpos bajo la burda tela.
Ni un solo momento, hermosura viril
que en montes de carbón, anuncios y ferrocarriles,
soñabas ser un río y dormir como un río
con aquel camarada que pondría en tu pecho
un pequeño dolor de ignorante leopardo.

Ni un sólo momento, Adán de sangre, macho,
hombre solo en el mar, viejo hermoso Walt Whitman,
porque por las azoteas,
agrupados en los bares,
saliendo en racimos de las alcantarillas,
temblando entre las piernas de los chauffeurs
o girando en las plataformas del ajenjo,
los maricas, Walt Whitman, te soñaban.

¡También ese! ¡También! Y se despeñan
sobre tu barba luminosa y casta,
rubios del norte, negros de la arena,
muchedumbres de gritos y ademanes,
como gatos y como las serpientes,
los maricas, Walt Whitman, los maricas
turbios de lágrimas, carne para fusta,
bota o mordisco de los domadores.

¡También ése! ¡También! Dedos teñidos
apuntan a la orilla de tu sueño
cuando el amigo come tu manzana
con un leve sabor de gasolina
y el sol canta por los ombligos
de los muchachos que juegan bajo los puentes.

Pero tú no buscabas los ojos arañados,
ni el pantano oscurísimo donde sumergen a los niños,
ni la saliva helada,
ni las curvas heridas como panza de sapo
que llevan los maricas en coches y terrazas
mientras la luna los azota por las esquinas del terror.

Tú buscabas un desnudo que fuera como un río,
toro y sueño que junte la rueda con el alga,
padre de tu agonía, camelia de tu muerte,
y gimiera en las llamas de tu ecuador oculto.

Porque es justo que el hombre no busque su deleite
en la selva de sangre de la mañana próxima.
El cielo tiene playas donde evitar la vida
y hay cuerpos que no deben repetirse en la aurora.

Agonía, agonía, sueño, fermento y sueño.
Éste es el mundo, amigo, agonía, agonía.
Los muertos se descomponen bajo el reloj de las ciudades,
la guerra pasa llorando con un millón de ratas grises,
los ricos dan a sus queridas
pequeños moribundos iluminados,
y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada.

Puede el hombre, si quiere, conducir su deseo
por vena de coral o celeste desnudo.
Mañana los amores serán rocas y el Tiempo
una brisa que viene dormida por las ramas.

Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whítman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero,
ni contra los solitarios de los casinos
que beben con asco el agua de la prostitución,
ni contra los hombres de mirada verde
que aman al hombre y queman sus labios en silencio.
Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades,
de carne tumefacta y pensamiento inmundo,
madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño
del Amor que reparte coronas de alegría.

Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos
gotas de sucia muerte con amargo veneno.
Contra vosotros siempre,
Faeries de Norteamérica,
Pájaros de la Habana,
Jotos de Méjico,
Sarasas de Cádiz,
Ápios de Sevilla,
Cancos de Madrid,
Floras de Alicante,
Adelaidas de Portugal.

¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas!
Esclavos de la mujer, perras de sus tocadores,
abiertos en las plazas con fiebre de abanico
o emboscadas en yertos paisajes de cicuta.

¡No haya cuartel! La muerte
mana de vuestros ojos
y agrupa flores grises en la orilla del cieno.
¡No haya cuartel! ¡Alerta!
Que los confundidos, los puros,
los clásicos, los señalados, los suplicantes
os cierren las puertas de la bacanal.

Y tú, bello Walt Whitman, duerme a orillas del Hudson
con la barba hacia el polo y las manos abiertas.
Arcilla blanda o nieve, tu lengua está llamando
camaradas que velen tu gacela sin cuerpo.
Duerme, no queda nada.
Una danza de muros agita las praderas
y América se anega de máquinas y llanto.
Quiero que el aire fuerte de la noche más honda
quite flores y letras del arco donde duermes
y un niño negro anuncie a los blancos del oro
la llegada del reino de la espiga.

Federico García Lorca