A una madre

Las madres, desde que sus hijos nacen, están destinadas a cuidar de ellos, a quererlos, a darles todo aquello que necesiten y aún más. A darles amor, consejo y tranquilidad en los malos momentos. A sentir con ellos, a llorar con y por ellos... Sin duda todas las madres tienen el mismo objetivo, pero ninguna lo hace también cómo tú, mamá.

Creo que jamás podré agradecerte todo lo que has hecho, haces y harás por mí. Las palabras son insuficientes, pero son mi único arma contra la distancia. Espero que nunca escaseen entre nosotros dos. Sé que jamás ocurrirá tal circunstancia, al menos yo me encargaré de ello. Otras personas de mi alrededor que también viven sólos en cualquier ciudad o en Madrid mismo, hablan con su familia una vez a la semana o dos veces como mucho. Yo en cambio hablo contigo cada día. Primero porque lo necesito y segundo porque sé que lo necesitas. Es la única manera que tenemos de intentar que todo siga como siempre, como si yo llegase a casa del instituto y te contase todo lo que me ha ocurrido en el colegio. Después me fuese a mis clases diarias de ballet y regresase a la hora de cenar para relatarte cómo me ha ido en ellas.

Cuando aún estaba en Gijón y mi vida, podríamos decir, que era normal, nunca me detuve a pensar sobre la importancia de las personas que te quieren, de la importancia de tu familia. Ahora, mi vida ha cambiado. Causa de mi esfuerzo y sobre todo, del tuyo. Admiro todos los sacrificios que habrás tenido que hacer para que tanto yo como mi hermana podamos vivir tan felices como lo estamos ahora. Cada uno viviendo o con ansias de vivir sus respectivos sueños.

Bea al menos, puede estar ahí contigo y no tiene por qué echarte de menos. Muchas veces me gustaría poder estar con vosotras dos, como antes. Quizá viendo la televisión o cada uno en su habitación estudiando o durmiendo. Pero sería diferente. Desde que vivo en Madrid, cada día le doy más importancia a cada momento que paso con alguien, sobre todo, a los momentos que paso contigo. Cuando vienes a verme o yo voy a Gijón, créeme soy la persona más feliz del mundo.

No sé cómo expresar todo lo que llevo ahora mismo dentro. Creo que está saliendo por sí solo ya que llevo unas tres horas escribiendo y no llevo ni una cara escrita. Cada frase me recuerda un momento diferente contigo y me pongo a llorar. Pareceré un tonto pero los sentimientos son los sentimientos.

Sin duda, todo comenzó cuando allá por Mayo de 2008 envié mi inscripción al cursillo de verano de la Escuela de Víctor Ullate. Ahí mismo comenzaba uno de los primeros grandes sacrificios que hiciste por mí, ya que no se trataba de un curso barato. Durante el cursillo te llamaba gran cantidad de veces y nos tirábamos incluso más de una hora hablando por teléfono -las tarifas de Vodafone es lo que tienen-. Uno de esos días que hablábamos te conté que pretendía conseguir que Víctor Ullate se fijase en mí y que me pidiese quedarme en su escuela. Conseguí mi propósito y me concedieron media beca para estudiar durante el curso de invierno en su escuela.

Comenzaba así el gran laberinto de los problemas. En primer lugar teníamos que encontrar alojamiento para quedarme durante todo el año. No fue nada fácil. Visité una gran cantidad de residencias, todas ellas denigrantes. Tú también realizaste tu arduo trabajo buscando vía Internet y encontraste algo muy bueno. Me lo comentaste y fui a visitar la casa-residencia. A mi me encantó. Ya sabía incluso cuál sería mi habitación. En segundo lugar había que conseguir plaza en un instituto de Madrid. Eso más o menos nos lo resolvió Antonio pero te viniste a Madrid para ayudarme con todo y estar segura de que todo estuviese correcto.

Yo estaba realmente ilusionado, pero justo cuando cogí el tren, ese 31 de Agosto de 2008, me entró un miedo tremendo. Al comienzo de ese viaje lloré. No pude evitar hacerlo en cuanto me puse a pensar en todo lo que estaba dejando atrás. Mas había que seguir adelante, no me podía echar atrás después de todo el sacrificio que estábamos realizando todos.

Mis comienzos en Madrid fueron un caos tremendo. Estaba bastante agobiado porque me encontraba muy perdido. Tú siempre me tranquilizabas, me ayudabas, me solucionabas problemas. Siempre has estado ahí, mamá. Con el tiempo fui adaptandome hasta encontrarme como ahora, completamente habituado a esta loca ciudad.

En cuanto a los estudios, comencé realmente bien en el instituto, pese a las pocas horas que tenía para estudiar a lo largo del día. No obstante, tuve mis altibajos. En todos ellos te implicaste tú dándome ánimos para que siguiera adelante. Me ayudabas a tomarme las lecciones tal y como si estuviera en casa y te pidiese que me lo preguntases. Todas estas cosas me las he ido guardando día tras día. Y así he aprendido a esforzarme cada día más, a no permitir que mi cuerpo decaiga.

Y así fue que juntos, enviamos la audición para el cursillo de verano del American Ballet. Yo no guardaba ninguna esperanza de que pudiesen elegirme, pero tú estabas convencida de que lo harían. No sé lo que harías. No sé si rezaste, si no descruzaste los dedos hasta que te dí la noticia, no sé. Pero el caso es que me escogieron y empezaba un nuevo embrollo de papeles, e-mails... De nuevo tuviste que venir a Madrid para así poder rellenar juntos toda la sarta de papeles que debíamos cubrir. Tuvimos incluso que ir a una clínica privada a hacerme análisis de todo aquello habido y por haber ya que nos lo pedían para poder acceder al curso. Pudimos con todo, aunque quizá sirvió para que estuvieses algo más estresada que de costumbre.

Pronto comenzará otra nueva etapa de mi vida. Etapa que sin lugar a duda, será inolvidable. Pero, repito, todo esto es gracias a ti. Yo pude haberme esforzado todo lo máximo que hubiera podido pero de no estar tu a mi lado quizá no hubiera conseguido nada. Gracias mamá, por estar siempre junto a mi y por poner todo el empeño que pones en que yo cumpla mi sueño. Me esforzaré al máximo, para que sepas que todo lo que haces por mi no será en vano.

Feliz día de la madre. Te quiero.


Alberto Blanco Pérez