viernes, 9 de mayo de 2008

La metamorfosis de Narciso



Eco merece una disgresión. Su alegría y palachinería cautivaron a Júpiter; sorprendidos en adulterio por Juno, castigóla ésta a que jamás podría hablar por completo; su boca no pronunciaría sino las últimas sílabas de aquello que quisiera expresar. Pues bien, viendo Eco a Narciso quedó enamorada de él y le fue siguiendo, pero sin que él se diera cuenta. Al fin decide acercársele y exponerle con ardiente palabrería su pasión. Pero.. ¿Cómo podrá si las palabras le faltan? Por fortuna, la ocasión le fue propicia. Encontrándose solo el mancebo, desea darse cuenta de por dónde pueden caminar sus acompañantes y grita:
- ¿Quién está aquí?
Eco repite las últimas palabras:
-...está aquí.
Maravillado queda Narciso de esta voz dulcísima de quien no ve. Vuelve a gritar:
-¿Por qué me huyes?
Eco repite:
- ... me huyes.
Y Narciso:
- Juntémonos.
Y Eco:
- ...juntémonos.
Por fin se encuentran. Eco abraza al ya desilusionado mancebo. Y éste dice terriblemente frio:
- No pensarás que yo te amo...
Y Eco repite, acongojada:
- ...yo te amo
- ¡ Permitan los dioses soberanos -grita él- que antes la muerte que deshaga que tú goces de mí!

Huyó, implacable, Narciso. Y la ninfa así menospreciada, se refugió en lo más solitario de los bosques. La consumía su terrible pasión. Deliraba. Se enfurecía. Y pensó:
- ¡Ojalá cuando él ame como yo amo, se desespere como me desespero yo!

Némesis, diosa de la venganza -y a veces de la justicia- escuchó su ruego. En un valle encantador había una fuente de agua extremadamente clara, que jamás había sido enturbiada ni por el cieno ni por los hocicos de los ganados. A esa fuente llegó Narciso, y habiéndose tumbado en el césped para beber, Cupido le clavó, por la espalda, su flecha... Lo primero que vió Narciso fue su propia imagen, reflejada en el propio cristal. Insensatamente creyó que aquel rostro hermosísimo que contemplaba era de un ser real , ajeno a sí mismo. Sí, él estaba enamorado de aquellos ojos que relucían como luceros, de aquellos cabellos dignos de Apolo. El objeto de su amor era... él mismo. ¡ Y deseaba poseerse! Pareció enloquecer... ¡No encontraba boca para besar! Como una voz en su interior le reprochó: <<¡insensato!>> ¿cómo te has enamorado de un vano fantasma? Tu pasión es una quimera, retírate de esa fuente y verás como la imagen desaparece. Y, sin embargo, contigo está, contigo ha venido, se va contigo... ¡y no la poseeras jamás!.

Alzó los brazos al cielo Narciso. Llorando. Meneándose luego los cabellos. Y gritó, blasfemo así:
- Decidme selvas, vosotras que habeis sido testigo de tantos idilios apasionados... ¿por qué el amor es tan cruel para mí? Hace siglos que existís; decidme ¿visteis nunca un amor obligado a sufrir designios más rudos? Yo veo al objeto de ni pasión y no le puedo encontrar. No me separan de él ni los mares enormes, ni los senderos inaccesibles, ni las montañas, ni los bosques. El agua de una fontana me lo presenta consumido del mismo deseo que a mí me consume. ¡Oh pasión mía! ¡quienquiera que seais, aproximaos a mí como a vos me aproximo! ¡Ni mi juventud ni mi belleza son causas para vuetro temor! Yo desdeñe el amor de todas las ninfas... No tengais para mí el mismo desdén. Pero ¿ si me amais, por qué os sirvo de burla? Os tiendo mis brazos y me tendeis los vuestros. Os acerco mi boca y vuestros labios se me ofrecen. ¿ por qué permanecer más tiempo en el error? Debe ser mi propia imagen la que me engaña. Me amo a mí mismo. Atizo el mismo fuego que me devora. ¿Qué será mejor: pedir o que me pidan? ¡ Desdichado de yo que no puedo separarme de mí mismo! A mí me pueden amar otros, pero yo no me puedo amar...¡Ay! El dolor comienza a desanimarme. Mis fuerzas disminuyen. Voy a morir en la flor de la edad. Mas no ha de aterrarme la muerte liberadora de todos mis tormentos. Moriría triste si hubiera de sobrevivirme el objeto de mi parión. Pero bien entiendo que vamos a perder dos almas una sóla vida.

Dicho esto, tornó Narciso a comtemplarse en la misma fuente. Y lloró, ebrio de pasión, ante su propia imagen. Volvió a traslucir frases entrecortadas... ¿Quién? ¿Narciso? ¿Su imagen llorosa?
- ¿Por qué me huyes? Espérame, eres la única persona a quien yo adoro. El placer de verte es el único que queda a tu desventurado amante.
Poco a poco Narciso fue tomando los coroles finísimos de esas manzanas, coloradas por un lado, blanquecinas y doradas por el otro. El ardor le consumía poco a poco. La metamorfósis duró escasos minutos. Al cabo de ellos, de Narciso no quedaba sino una rosa hermosísisma, al borde de las aguas, que se seguía contemplando en el espejo sutilísimo.



Ovidio.Metamorfosis.Libro Tercero III.

1 comentario:

Anónimo dijo...

metamorfosis, acentuado, queda tan despojado de su misterio, tan infantil... no se debería despojar a las palabras de su dignidad