domingo, 8 de agosto de 2010

Accidentes Albertianos

Ya hacía tiempo que no me ocurría nada especialmente "gordo". Y no, no me ha tocado la loteria -ya me gustaría a mi-.
Digamos que toda esta nueva odisea en la que me encuentro, daba comienzo el pasado jueves. Yo como cada día durante esta pasada semana, estaba acudiendo al intensivo de verano de mi escuela. La verdad es que me estaba gustando mucho. Era agotador, pero interesante.

Este mismo día decidí que sería mi última oportunidad para poder hablar con Víctor y contarle, de una vez por todas, lo que iba a ocurrir el curso que viene. Así que estuve esperando por él, ya que sólo estaría antes de mi clase o durante el tiempo de ésta, ya que esa misma mañana cogería un avión.
Pedí permiso a mi profesora, la cual entendió mi preocupación perfectamente.
Pensé que estaría esperándole, no sé, como máximo media hora. No fue así. Se fue a tomar un café y trasladó una reunión con todo el equipoc de la escuela a dicha cafetería. No me quedó otro remedio que sentarme en la recepción y esperar.
Durante la larga espera, dió incluso tiempo a que un camión que llevaba sin ponerle el seguro a la pata, se llevase por delante la mitad del coche, haciendo explotar las ruedas, de la chica que trabaja en la recepción. Lo cierto es que nos llevamos un susto bien grande.
A todo esto, yo ya me había perdido casi tres cuartos de la barra. Estaba claro que subiese cuando subiese no iba a tener una buena clase, ya que estaba sin calentar y sin hacer barra.

Una hora después aparece Víctor. No me lo pienso dos veces y le comento que tengo que hablar con él sobre algo importante. Yo sabía que él lo sabía por tanto ya estaba jugando en terreno seco.
Sin más rodeos inicié mi discurso:

"Bueno, Víctor, quería decirte....bueno supongo que ya lo sabes, que me quedo en Boston durante el año. Pîenso que es una buena oportunidad y me han ofrecido muchas posibilidades si trabajo de la manera que ellos esperan que lo haga..."

Tras esto, él me corta la frase. Me echo hacia atrás en la butaca de cuero de su despacho esperando un grito foraz que consiga dejarme sin palabras.
Para mi sorpresa, nada de esto ocurre. En todas las situaciones recreadas en mi cabeza sobre este momento, ninguna tenía similar alguno. Me había quedado boquiabierto y estuve sin decir nada por lo menos un minuto. Después comencé a decirle todo lo que le agradecía lo que me había enseñado, que era practicamente todo lo que yo sé. Le dije gracias como unas cien veces. Y la verdad es que aún ahora no me considero haber sido un pesado. Porque es como de verdad lo siento. Estoy realmente agradecido de todo lo que he aprendido en esta escuela. En mi escuela. Sin todos estos conocimientos nunca habría conseguido la posición en la que me encuentro ahora.

Me despido con un fuerte abrazo y un enorme beso y me dispongo a subir a la clase. Por el camino me encuentro con una profesora, la cuál le pregunta cómo me ha ido. Le contesto que bien y sigo subiendo por las escaleras.

Ya estaban en el centro. Me coloqué en una de las barras laterales y me dispuse a calentar un poco, aún sabiendas de que iba a ser en vano. La mala clase no me la quitaba nadie. Y así fue. Hay que añadir que mis musculos se hallaban realmente tensos ese día, lo que contribuyo a que ni siquiera pudiese saltar. La profesora, finalmente me dijo que me sentase, que acabaría lesionandome si no lo hacía.
En la sigueinte clase -saltos- estaba aún peor. Me había sentado y no había ni estirado ni calentado. Para más inri, estaba yo solo en la clase, ya que los demñas chicos se habían quedado en el vestuario ya que no les apetecía tomar la clase. A mi eso me da remordimientos de cabeza, así que yo subí, aún sabiendas de que no iba a poder con mi alma.
La clase empezó muy mal. No obstante la profesora se diño cuenta y no me forzó mucho durante la clase. Estaba irritado y enfadado conmigo mismo, cosa que no ayudaba en nada a que mi cuerpo estuviese relajado. Sino que se tensaba aún más y más.
Se me escaparon algunas lagrimas de rabia durante la clase -os parecerá una tontería. A mi tambien me lo parece, pero cada clase es importante para mi. Odio encontrarme tan mal que no pueda rendir un mínimo en una clase-.

Cuando la clase terminó me dirigía hacía la cafeteria. Habia parado por el vestuario para recoger la comida que tenía guardada en la taquilla y ya estaba bajando las ultimas escaleras. Quedaban tres escalones y me disponía a apoyar el pie derecho en el proximo escalón, cuando de repende me falla la rodilla izquierda.
Sin poder reaccionar, me caigo sobre el tobillo derecho, retorciéndomelo al máximo y cayendo rodando el resto de escaleras que quedaban. Estaba tirado en el suelo y sólo oía risas por parte de mis compañeros. Supongo que pensarían que no me había hecho daño. El caso es que sentía muchísimo dolor. No podía parar de llorar y no podía mover el pie derecho.
Cuando se dieron cuanta de que no había sido un resbalón sin importancia, todos acudieron a mi. Llamaron a la gente de recepción y a todos los profesores para que viniesen a ayudarme.

Me llevaron al hospital La Paz de Madrid. Allí no tardaron mucho en atenderme. Me hicieron radiografías. Por suerte estaban limpias. El hueso estaba perfectamente.
La mala noticia es que tengo un esguince. Ya me puedo ir olvidando de la última semana del cursillo -la voy a empezar a llamar la semana maldita, ya que nunca termino (ni comienzo) la última semana de este cursillo. Siempre me pasa algo-.

Ahora mismo me encuentro con la pierna vendada -demasiado para mi gusto-. Sin poder moverme y andando con muletas a todos lados. ¿Mala suerte?

1 comentario:

regue dijo...

Espero que lo de la pierna se haya quedado solamente en el susto (con esguince pero susto al fin y al cabo) aunque te tengas que perder la ultima semana del curso. Que tengas muchisima suerte en Boston que te lo mereces =)

Baila mucho, sigue aprendiendo y por supuesto pasatelo genial por aquellos lugares!!!