martes, 20 de octubre de 2009

Mañana invernal repentina

Hoy por la mañana, nada más despertarme, hice como todos los días: apagué el despertador y me destapé. Sin embargo al realizar esta última acción un acto reflejo de volver a taparme atravesó mi cuerpo. ¡Qué frío!
El invierno había llamado a mi puerta. No le quería abrir por un lado, pero por el otro tenía ya ganas de ponerme un caliente abrigo, un esponjoso jersey y una suave bufanda de vez en cuando. Debo deciros que adoro la ropa de invierno, por consiguiente adoro el frio -aclarando que no me gusta pasar frío-. Lo sé, soy un chico complicado.

Como cada mañana cogí el cercanías para ir hasta mi escuela. Allí la clase empezó bastante puntual, eso sí, con mucho frío. Casi pierdo el tren, el cual iba hasta arriba de gente. Llegué incluso a agobiarme con tanto estudiante estúpido -mi tren es el que para en Cantoblanco, en la Universidad Autónoma-. Total, que me toca aguantar las estupideces que pueden llegar a decir algunos estudiantes, y lo peor de todo: me toca callarme la boca y no poder decirles algo.

Seguía lloviendo, aún ahora mientras escribo la entrada sigue lloviendo. Frío, lluvia, tormenta...
A mucha gente no le gustarán estos días, a mi me gustan porque me recuerdan a mi casa. Salir con el paragüas a todos lados, abrigos, bufandas... Todo encaja, ¿no?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Haces bien en callar, que muchas veces no merece la pena para alguien a quien no vas a volver a ver en la vida.

Uf, lo peor del invierno es cuando sales de la ducha. aaayyyy que frio.

Besitos cielo