miércoles, 9 de enero de 2013

Un viaje con muy mala suerte

Como todo buen regreso, este tuvo que haber sido complicado. Y con complicado no me refiero a pequeños incidentes como retrasos de vuelos, etc... No! Me refiero a serias complicaciones.
Comencemos por el principio:

6 de Enero de 2013 y yo me dispongo después de haberme dado un buen atracón de roscón de reyes, junto con mi madre y mi hermana, a ir al aeropuerto de Asturias para coger un vuelo con destino Madrid que salía a las 18:30h.
Llegamos al aeropuerto con bastante tiempo por si acaso ocurría algún problema. Mi madre se dispone a mirar en el panel en que mostrador he de facturar, y para nuestra sorpresa, mi vuelo no figuraba en el panel informativo.
Me dispongo pues ha echarlo un vistazo a email de confirmación que se me envío después de la compra y me doy cuenta de que he cometido un grave error y he comprado el vuelo para el 6 de Diciembre el lugar del 6 de Enero. Comienzan los problemas.
Comprar otro billete era la única y posible opción, pero resulta que en el maravilloso aeropuerto de Asturias no venden billetes. -¿Dónde se ha visto esto? ¿Un aeropuerto que no vende billetes? En una palabra: una gilipollez-.
Al final, conseguimos hablar con Iberia para que nos vendan un billete para un vuelo a Madrid a las 20:35 de ese mismo día, ya que yo debía de hacer una conexión en Madrid muy temprano al día siguiente.

Llego a Madrid sin mayor problema y paso la noche -viendo películas y hablando- en casa de mi amigo Daniel en la sierra madrileña. Decidimos ir al aeropuerto a eso de las 05:00h de la mañana para tener tiempo a facturar.
Cuando llegué al mostrador que me correspondía, la cola de espera era infinita, y no me quedaba otra que esperar. Debido a esta ineptitud de los operarios de Iberia tuve que pasar todo el control de seguridad con mucha prisa e ir corriendo hasta mi puerta de embarque. Al llegar, ya había comenzado el embarque. Respiro y de un segundo a otro se me para el corazón: Me he dejado el portátil en el control de seguridad.
Así que me remango el jersey y salgo disparado hasta el control de seguridad. Consigo mi portátil a pesar de unos cuantos pequeños inconvenientes --durante la carrera de vuelta a la puerta me caí en el suelo encima de mis llaves, creándome un doloroso moratón en la pierna-- y consigo llegar a mi vuelo justo antes de que se cierre la puerta de avión.

Ya me puedo relajar, de hecho dormí las dos horas y media que duraba el vuelo hasta mi primera conexión, London Heathtrow. Al llegar me dispuse a seguir las indicaciones de conexión de vuelo hasta que llegué a un panel en el que debía de mirar desde qué terminal salía mi siguiente vuelo. Miro, miro y miro y no hay ningún vuelo a Orlando. Vuelvo a mirar el email de confirmación y me cerciono de que mi próximo vuelo no sale desde ese aeropuerto sino que desde Gatwick.
En este momento me apetecía llorar, sin embargo no había tiempo para ello. Intenté que me cambiaran el vuelo pero no fue posible, así que me decidí a salir del aeropuerto e intentar buscar la manera de llegar hasta Gatwick.
Mi primera idea fue un taxi, pero la rechacé en el momento de oír el precio. Así que cómo no me apetecía coger el metro con miedo a perderme decidí coger un autobús que costaba unas 22 libras.
El autobús tardó una hora, pero llegué justo a tiempo para el embarque de mi vuelo, así que me senté y dormí siete de las nueve horas que duraba el vuelo. Estaba agotado.

Cuando llegué a Orlando, mi maleta -como ya esperaba- no había llegado. Hice una reclamación, y aún a día de hoy, dos días después de aterrizar, no tengo la maleta.
Pero después de todo lo que he pasado, esto es lo que menos me estresa. Esperemos que llegue hoy.

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